Crítica de Arte

martes, 25 de noviembre de 2014


De la serie mini invenciones....

 Jazz en el barco

"Entonces partió; sin pronunciar un mañana. Como si el futuro más próximo no existiera, sin arrojar siquiera la ínfima certeza que existe en un "tal vez", como si decir "probabilidad" fuera un vicio demoníaco que solo tiene cabida en el juego y las apuestas. Partió como parten todos los barcos, hacia adelante y mirando al horizonte. Partió rompiendo olas y corazones, los corazones de la gente del pueblo que lo veía alejarse. Partió y el alma de María quedó anclada a esa mirada, a esa boca a esos brazos, encallado en las aguas más profundas de la desolación, la angustia y la tristeza. Partió y  se dijo a sí misma, "Que se hunda mi vida en la esperanza o en la desesperanza, no el Baljus." Era el trompetista de la banda de jazz quien partía..."

fragmento de la novela "Jazz en el barco", de John Hathaway.


 Por increíble que parezca, en aquella casa cerca del puerto había un gramófono de mesa de 1920, si un gramófono. Era una sencilla pero lujosa pieza que el padre de María había traído de Estados Unidos, habiendo gastado en ello la paga de cuatro arduos meses de trabajo en alta mar; todo con la esperanza de que su hija no se enamorara de un marinero. Los marineros pasan mucho tiempo lejos de sus casas, tienen amantes en cada puerto y hacen muy desdichadas a sus mujeres. Pensaba que si la muchacha tenía algo con que entretenerse, pasaría más tiempo en casa y pondría menos atención en los hombres. ¡Vaya! no es que Nicolás fuera un idiota, pero por alguna extraña razón creyó que el aparato ayudaría. En cada viaje, cuando los dejaban salir del barco para emborracharse y tomar hembra, Nicolás iba en busca de acetatos de 78 revoluciones por minuto para regalarlos a su hija, fue así como María conoció de jazz, blues y be-bop, escuchando los discos en el Dulceola; música que entró directo a su corazón por que su oído estaba afinado previamente por el sonido de las olas del mar. Por eso, cuando escuchó a la banda que recién había desembarcado, en el atrio de la iglesia principal del puerto de Veracruz, la niña se enamoró perdidamente del hombre que tocaba la trompeta. Bendita su estampa, María nunca se conoció amor de marinero, maldita su estampa, la niña de sus ojos terminó hecha mujer por un músico; un jazzista amante de la vida y las mujeres que pasaba una cuarta parte del año en el Baljus. Nada se reprochaba más en esta vida Nicolás, que haber traído ese maldito gramófono Dulceola modelo R78-E Berliner. El Amargaola R-78 al carajo mi puta suerte.


Él era la más pura ausencia. María había consagrado su corazón a la ausencia, a la nada, al silencio. Porque eso pasa cuando te enamoras de un músico que cada dos meses emprende un viaje de improbable retorno por las rudas aguas del Atlántico. Pero María quería al trompetista como a un ave libre, lo amaba como amaba sus paseos por la playa y la imagen de las gaviotas emprendiendo el vuelo. Lo amaba, simplemente lo amaba, por eso no quería atarlo a su lado ni a su recuerdo. Sabía que un músico no es presa fácil, es más, ni siquiera es una presa en potencia. Ellos ya fueron capturados; le pertenecen a Euterpe y a al instrumento que tocan, como los poetas a Erato y a la imaginación, como los bailarines a Terpsicore y a la demencia, como los historiadores a Clío y a la memoria, como las sirenas al canto, como la sal al mar. Los artistas no tienen nacionalidad. Su único jefe es la pasión, solo ella puede despedirlos o invitarlos al trabajo. Su capataz es la técnica, a quien rinden cuentas, escusas, pretextos, pleitos, dedicación, responsabilidad y esfuerzo. Son esclavos del amor y del dolor, si no sufren no producen; y el que les paga, es actor secundario, si acaso, tramoyista en la obra de teatro que montan. Trabajan para si mismos, para su catarsis, y terminan siendo obreros de la humanidad. Su trabajo no genera plusvalía, y no hay manera de integrarlos al discurso del progreso y la evolución ¡malditos irredentos! 

Hacía dos semanas que el Baljus había partido y a María le parecían dos años. Miró la cocina, el estudio, el librero, el gramófono Dulceola y la máquina de coser, todo estaba en la misma habitación. Suspiró, se armó de valor y de paciencia y volvió al ritmo de lo cotidiano, porque, cuando se trata de vivir prácticamente o prácticamente de vivir (en paz), al amor hay que hacerlo a un lado. Cuando se trata de crear, entonces sí, que venga y nos fastidie.




Había llegado el final, o al menos uno de ellos. Esa noche, María se despertó súbitamente con la cabeza hecha una licuadora, estaba confundida y todo le daba vueltas. La náusea se instaló en su tráquea, era un reflejo de su cuerpo que quería desechar los besos del trompetista. Él ya era ausencia y sus besos veneno. Afuera todo era tranquilidad y silencio; era la calma, la calma que antecede al huracán. Las olas de la playa del puerto cantaban una canción de cuna, mientras que a mitad del Atlántico una orquesta retumbaba. Esa noche la banda de jazz no tocó, había mal tiempo y el Baljus era una pesadilla, la misma pesadilla que levantó a María de la cama, ambos estaban en el ojo de una tormenta, la tormenta del naufragio y la incertidumbre.

Jazz en el barco... J.H.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Así viví la marcha #AccionGlobalporAyotzinapa #20NovMex #Yamecanse


Así viví la marcha

#AccionGloblalporAyotzinapa #20NovMex

Una breve narración de lo sucedido en la marcha del 20 de noviembre de 2014:

Llegamos por el metro Insurgentes para incorporarnos a la manifestación a la altura del monumento a Cuauhtémoc. Comenzamos a marchar en un pequeño contingente, poco cohesionado pero siempre atento a que permaneciéramos juntos en respuesta a las medidas de seguridad que sabíamos debíamos tomar. 

Caminamos por Avenida Reforma sin ningún contratiempo, algunos huéspedes nos observaba desde sus cuartos de hotel de 5 estrellas, no sé si con admiración, desprecio o desconcierto, puesto que para nosotros se veían sólo como siluetas negras, sombras carentes de expresión alguna. A lo largo de la avenida no había granaderos, pero sabíamos que estaban en los alrededores o esperándonos en el Zócalo, pues desde la mañana, en redes sociales se había advertido de militares vestidos de civiles circulando en camiones por la ciudad; eso si, por todas las calles había patrullas y elementos de la policía de tránsito. 

Durante nuestra caminata, en varias ocasiones contamos hasta 43 para después gritar al unísono ¡JUSTICIA!, la cual fuera la consigna más socorrida de los manifestantes, y aunque tengo mis reservas respecto a que la petición que abandera las protestas y manifestaciones sea: "Vivos se los llevaron vivos los queremos", en algunas ocasiones sumé mi voz a la demanda que, a estas alturas, me parece imposible pueda llegar a concretarse. Mi sentir, haciendo a un lado las pruebas y el desarrollo de los hechos desde el 26 de septiembre a la fecha, es que los 43 estudiantes fueron muertos, sin embrago, dieron vida a una movilización social a nivel nacional y con apoyo internacional, que aún no se consolida en un movimiento articulado y con objetivos claros, y a la cual ciertamente le hace falta una demanda más contundente y realista, pero sobre todo más elaborada y estudiada, algo que trascienda a la vaga esperanza de encontrar 43 cuerpos con o sin vida y que vaya más allá del castigo a los respectivos los culpables que no se reduce a los sicarios de Guerreros Unidos y a José Luis Abarca, ex-representante del poder municipal en Iguala, Guerrero. El crimen organizado está infiltrado en las cúpulas más altas del poder, y las cúpulas más altas de poder también son criminales organizados, no existe tal cosa como los políticos buenos y los narcotraficantes malos, las redes de poder y corrupción son estructuras internas bastante complejas, una maraña que debe investigarse con profesionalismo para poder entenderla y así ver por donde puede empezar a desarticularse.

Al llegar al Zócalo todo parecía tranquilo, permanecimos en la plancha unos minutos observando como algunas personas de la multitud señalaban con láser verde a sujetos que corrían y se escondían en los remates de la azotea del Palacio Nacional ¿militares? ¿la guardia del EMP? ¿halcones?, muy probablemente franco tiradores dispuestos a disparan a la orden. A la par, se oían ruidos confusos, no sabíamos si eran disparos, al parecer eran las explosiones de las bombas molotov arrojadas por supuestos manifestantes, o mejor dicho, grupos de choque vestidos de civiles que actuaron bajo las órdenes del gobierno, todo en aras de justificar la presencia de un enorme cuerpo de granaderos fuera de toda proporción respecto a la manifestación que en todo momento se declaró PACÍFICA. Es por todos sabido que, los grupos de choque, a los que se le ha dado por llamar "anarquistas", generan desmanes para detonar la violencia y así tener un pretexto que ampare la intervención arbitraria e injustificada de los granaderos, bestias entrenadas para reprimir, peones de un gobierno corrupto y temeroso del poder del pueblo.

Mientras observábamos a los franco tiradores del Palacio Nacional, una nube se alzó a lo lejos, sin saber que ocurría realmente varios manifestantes corrimos como una reacción en cadena. Nosotros no pudimos ver nada, pero muy cerca de Palacio Nacional se estaban dando enfrentamientos. Las bombas molotov seguían siendo lanzadas y para ese momento los granaderos ya habían comenzado a intervenir, primero con extintores y luego con gas lacrimógeno. Finalmente, el Estado no dudo en usar la fuerza, poco después de estos incidentes provocados, el cuerpo de granaderos comenzó a replegarse por todo el zócalo con la finalidad de desalojar intimidar y reprimir a los manifestantes, afortunadamente, a esas alturas ya habíamos tomado la decisión de marcharnos en contra flujo y evitando las calles en las que sabíamos podían encontrarse los granaderos. Cuando llegué a casa me enteré que mientras partía había comenzando una cacería de manifestantes acompañada de detenciones arbitrarias, según medios electrónicos, se sabe de al menos 30 detenidos 20 de ellos estudiantes, además de decenas de heridos durante los enfrentamientos, los vídeos ya circulan en la red al igual que la indignación de muchos. La moneda tiene dos caras, hay tanto videos que muestran las aciones intolerantes y represivas por parte del gobierno, como aquellos que documentan el desarrollo pacífico de la marccha, en la que los estudiantes hicieron uso del arte como medio de protesta y gala de su ingenio.

Quienes piensan que las manifestaciones no son la solución a los problemas del país, desafortunadamente tienen toda la razón, sin embargo, los que marchamos no estamos equivocamos. Las protestas sociales son un ejercicio político que debemos practicar para dominarlo y perfeccionarlo, y así poder obtener resultados más efectivos que ayuden a cumplir nuestras demandas. No sólo se trata de saber como actuar y como responder ante las provocaciones del Estado, encaminadas a desacreditar los movimientos, atemorizar a los ciudadanos y así evitar que ejerzan su derecho a la libre expresión y a la libre asociación, lo más importante es tener la capacidad de establecer demandas realistas y claras que demuestren la comprensión de las problemáticas sociales su origen y sus repercusiones. La marcha del 20 de noviembre de 2014 en apoyo a los padres de los 43 los normalistas desparecidos, es una muestra más de una sociedad  ávida no sólo de un cambio, sino de un espacio para la participación proactiva. No sólo debemos luchar por la calle como lugar  simbólico para la libre manifestación de ideas, sino por los espacios de participación democrática que existen. Los kilómetros recorridos por miles de manifestantes son sólo un pequeño paso hacia una "revolución" que quizá nuestra generación no vea estallar ni mucho menos concluir en la victoria. La marcha del 20 de noviembre de 2014 no es la vaga esperanza de un cambio a largo plazo, sino la condición para poder afirmar que lo único que permanece es el cambio. 


jueves, 21 de agosto de 2014

Complex Antiform: Una fusión de conceptos antagónicos.


Complex Antiform:
Una fusión de conceptos antagónicos

“La máscara es el otro yo (…) es expresión de la personalidad suprareal del hombre."

PAUL WESTHEIM

Georgina Sánchez Celaya/Historiadora del Arte

Al mirar la serie Complex Antiform, pensarás en imágenes confusas, -como una nebulosa salpicada de materiales rocosos producto de una explosión en el universo- ahora bien, puedes seguir o abandonar la idea. Decidiste continuar, entonces, tu vista transitará por un remolino de conceptos antagónicos aterrizados en la materialidad pictórica: implosión-explosión, concavidad-convexidad, expansión-contracción, fuerzas centrifugas en oposición a las fuerzas centrípetas, formas amorfas que se desbordan en el espacio, pero a su vez, no dejan de estar contenidas por los límites del lienzo. No obstante, todo este remolino de contradicción abstracta, parte de un principio figurativo tan arcaico como el arte mismo: la máscara. Quizá no las veas, quizá en algunas piezas las descubras y las reconozcas, y así te percates que son un referente visual tan arraigado en nuestra memoria colectiva, que las reconocemos sin importar de que periodo histórico provengan o a que cultura pertenezcan.
En la serie Complex Antiform, la máscara prehispánica es el núcleo unitario que da vuelo al proceso creativo del artista, es además, el eje medular del cual se desprenden los demás elementos pictóricos, como la línea, el color y la textura. La máscara no sólo implica la posibilidad de escondernos y ocultar nuestro verdadero rostro, en su definición mágico-religiosa, es parte de un ritual, y a través de su uso, se propicia la transmutación del hombre que la porta. Como ha señalado Paul Westheim la máscara “es la fuga hacia otra personalidad”, y las pinturas que en esta ocasión nos presenta Francisco Muñoz, bien podrían entenderse como ejercicios no sólo pictóricos sino escultóricos en los que el artista se fuga de sí mismo.
Todas las pinturas que conforman la serie Complex Antiform se definen por principios duales y se debaten en la eterna dicotomía de lo abstracto y lo figurativo. Cada pieza fue realiza con rapidez –algunas en cuestión de horas-, por lo pueden pensarse como el resultado de un ejercicio dancístico, es decir, como algo espontáneo pero a la vez producto de la práctica constante, o bien, como las rutinas de un entrenamiento físico exhaustivo; lejos de ser una práctica premeditada que deriva de una larga y forzada reflexión filosófica. Es por eso que la pintura de Francisco Muñoz resulta dinámica, vivaz y explosiva, pero no por eso carece de un largo y estudiado proceso de trabajo, en el que se cuelan la experimentación, el aprendizaje constante y la asimilación de otros estilos sin necesidad de copiarlos.
Frank es un artista que se enfrenta y se arroja al lienzo sin miedo, quizá por eso obtiene resultados formales que el mismo califica de burdos o primitivos, conceptos que ya no tienen más una connotación peyorativa para el arte, pues en un mundo abarrotado de estímulos, no sólo visuales sino auditivos, donde la saturación de imágenes crece exponencialmente, pareciera que un retorno a los orígenes, a lo primitivo, es algo digno de anhelar.
Para el artista, un sólo lienzo es insuficiente, apenas en una serie logra satisfacer su compulsión por la pintura, la cual siempre lleva al límite, momento en el que decide reinventarse. Actualmente Francisco Muñoz atraviesa por un nuevo periodo en su carrera artística, donde se aprecia una mayor cohesión y nivel de diálogo en los elementos pictóricos que componen sus piezas. Después de la serie Coatlicue UFO -el alter ego futurista de la diosa madre prehispánica-, Complex Antiform llega como un escalón más en su trayectoria el cual, sin duda, pronto será superado por la inquietud y la tenacidad que caracteriza al artista.
No queda más que invitarlos a este baile de máscaras para disfrutar lo complejo de la forma, pero también la simplicidad de este tipo de pintura que se presenta al público de manera natural y sin pretensiones.

Más imágenes de la exposición en el tumbler del artista:


Imagen del texto de sala que escribí para la exposición "Complex Antiform." en Oficina de Arte Foto: Francisco Muñoz.





viernes, 8 de agosto de 2014

Alquimia, principio de creación: "Suceso colateral" de Julie Escoffier








Alquimia, principio de creación:
Suceso Colateral de Julie Escoffier


Por Georgina Sánchez Celaya



Desde 2012, la marquetería Casa Rosano, ubicada en Orizaba 101 en la Colonia Roma, se transforma –por un breve lapso de tiempo–, en un espacio dedicado a la exhibición de arte; de ahí que en su faceta de galería se anuncie al público como “Breve”. 

El pasado jueves 31 de julio de 2014, se inauguró en Breve Suceso Colateral, una exposición que presenta el trabajo más reciente de Julie Escoffier, una joven artista originaria de Lyon, Francia, quien actualmente se encuentra haciendo una estancia en México por segunda ocasión. 

Cuenta Julie que, desde pequeña, le gustaba jugar y hacer dibujos con cloro (Cl), y confiesa que, por alguna extraña razón que desconoce, el químico también le resulta agradable al olfato; esto no debe parecernos algo raro pues, los aromas detonan recuerdos, de hecho, he de confesar que yo también encuentro algo de agradable en el aroma de este halógeno en su presentación comercial, sin embargo, cada quien lleva sus gustos y obsesiones a diferentes puertos, y en esta ocasión, la artista francesa decidió hacer de este químico uno de sus principales elementos para la experimentación artística.

Una de las piezas centrales que constituye la muestra, es una instalación ubicada en la vitrina de la marquetería-galería. La obra consta de dos rollos de papel no-tejido –un tipo de papel muy similar al tapiz–, ambos están intervenidos con tintas y suspenden desde el techo. Una parte de los rollos está expuesta al contacto directo con el cloro, y mediante su absorción, dos fenómenos ocurren de manera paralela, por un lado, el cloro reacciona con las tintas y actúa como una especie de revelador, detonando resultados azarosos, por ejemplo la aparición de colores y degradados inesperados. Mientras que, por otro lado, el papel que está sumergido en el cloro se “purifica”, se torna nuevamente blanco y vuelve a su estado “natural”; de manera metafórica, es la promesa de un recomienzo, pues un lienzo o un pedazo de papel que fue intervenido por el color, al ser blanqueado, puede ser pintado de nuevo, con resultados distintos a los originales. 

Lo interesante de observar el trabajo de Julie Escoffier, es el hecho de poder deconstruir los procesos que subyacen en sus obras, para lo cual, –como en la mayoría de las obras de arte contemporáneo–, se necesitan algunas pistas; mirar los resultados de sus creaciones es como tratar de resolver una adivinanza o armar un rompecabezas, y para el observador, siempre es un reto entrar al juego a la vez que una satisfacción. Esta faceta del trabajo artístico que Escoffier está desarrollando actualmente, guarda cierta relación con la experimentación alquímica que caracterizó los comienzos de la fotografía y la pintura. De hecho, como ella misma reconoce, al experimentar con cloro, no sólo está aludiendo a los principios del proceso fotográfico –por ejemplo al momento de que dicho elemento actúa como agente para el revelado–, sino al principio químico que posibilitó la pintura, pues como explica la artista, el blanqueamiento de las telas fue una condición necesaria para poder preparar los lienzos que, como bien sabemos, son la base de la pintura al óleo. 

La artista francesa también ha llevado la experimentación plástica al terreno de lo escultórico. En la exposición se muestran una serie de vaciados en yeso que han sido intervenidos con químicos fotográficos, tintas y cloro. Los resultados en cada pieza son distintos según los materiales y las técnicas empleadas, para algunas piezas la artista ha utilizado la cianotipia, una técnica fotográfica que se popularizó a finales del siglo XIX en la que se emplean sales de hierro, las cuales dan un color azulado a las fotografías. En algunas piezas hay formas y detalles casi imperceptibles al ojo, como en Cyanotype After Form 1, donde aquellos destellos blancos son la huella de moscas para pescar, anzuelos disfrazados de insectos que aluden a la mímesis en el proceso fotográfico, donde lo captado por el lente no es más que el residuo de varios procesos químicos que se asumen como la representación fidedigna de la realidad. Al igual que las mosca para pescar, la fotografía es sólo un anzuelo, una trampa que lejos de ser la imagen de la realidad es una realidad en sí misma. Finalmente, en el trabajo de Escoffier, se mezclan tanto la fotografía como la pintura y la escultura para formar piezas únicas que muestran la inquietud de la artista por encontrar un lenguaje propio, un camino por el cual aún está transitando. 

Las piezas que constituyen esta exposición, son resultado de una combinación muy interesante que parte de la reflexión del quehacer pictórico y fotográfico; en el trabajo que actualmente está desarrollando Julie Escoffier se intersecan desde sus inquietudes de infancia, hasta la experimentación alquímica como origen y principio de la ciencia química -en este caso aplicada a la creación artística-, así como el azar y el accidente, dos factores que definen gran parte del desenlace de sus piezas. En las obras expuesta en Breve, subyace algo que indica al espectador que es testigo del proceso artístico que la obra ya no volverá a ser la misma, y ese “algo” es precisamente el accidente, los pequeños detalles que quedan en el papel como evidencia del cambio, o quizá es sólo el hecho de que la transformación tiene testigos que pueden dar fe del cambio. 

La invitación a Breve es para aquellos observadores pacientes que aún sean capaces de asombrarse con los detalles, y para aquellos que quieran parase frente a una vitrina y observar por unos minutos, un fragmento del actual proceso artístico que está desarrollando la artista junto con sus resultados azarosos, o bien para aquellos curiosos que acepten el reto de deconstruir las obras, armar el rompecabezas y jugar con la esfinge y sus adivinanzas. La invitación al juego del arte y las pistas ya están sobre la mesa. 




Galería Breve/Casa Rosano
Orizaba 101 Col. Roma
Local D
FB Breve


Artículo publicado en el portal Arte MX.
Link del portal: 
Arte MX Suceso Colateral

"Más allá de la filantropía: el nacimiento del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey"

 

Artículo: "Más allá de la filantropía: el nacimiento del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey" publicado en la revista digital  Discurso Visual, del Cenidiap.

 

Link del texto:

Más allá de la filantropía

 

Link de la Revista:

Discurso Visual 

 

Cómo citar el artículo:

·  Georgina Sánchez Celaya, "Más allá de la filantropía: el nacimiento del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey", en Discurso Visual Revista Digital, México, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap)-Instituto Nacional de Bellas Artes, tercera época, julio-octubre, núm. 34, 2014. pp. 32-40.

ISSN 1870-3429.

domingo, 6 de abril de 2014

Un fallo de la Mátrix. Efemérides Habitables un dejá vu de la historia oficial



 

Un fallo de la Matrix

Efemérides Habitables un dejá vu de la historia oficial


Por Georgina Celaya

Imagen y memoria son poder. La fotografía como representación encierra el poder de enunciar, y al igual que en la escritura de la historia –un acto creativo-narrativo de copy paste más interpretación subjetiva–, también hay omisiones. Por otro lado, la memoria es un cúmulo de recuerdos resumidos en imágenes, los cuales también se activan –irónicamente– a partir de imágenes; es además un acto caprichoso, rebelde y azaroso, condición que le otorga aún más poder a la imagen. Entonces, la fotografía puede ser no sólo el detonante de la memoria, sino la representación fidedigna de la “verdad” y lo “real”, lo que sea que esos conceptos signifiquen. Siguiendo la ecuación antes planteada, la fotografía en su papel de documento es doblemente poderosa, pues es la chispa y el vehículo de la memoria, así como la enunciación de la verdad y la realidad. 
No obstante, en medio de este torrente de conceptos complejos y abigarrados (memoria, imagen, poder, representación, verdad y realidad), sólo deberíamos preguntarnos por una cosa: las omisiones que se generan en el marco de la visibilidad. Ésta parece ser la inquietud del artista visual Félix Luna y el eje del proyecto Efemérides Habitables, actualmente en la Galería Luis Adelantado, el cual lleva la ausencia al terreno de la materialidad y el espacio, un acto de alquimia que sólo se puede realizar en y con el arte. 
La idea del proyecto surgió de la experiencia del artista y el curador Andrés Aguilera Patiño en la exposición México a través de la fotografía, inaugurada en el MUNAL a finales del 2013. En esta ambiciosa muestra, con afán de mostrar el “devenir histórico nacional”, en el mismo tenor que gran parte de las exposiciones de arte nacional montadas en el extranjero durante el siglo XX, el artista pudo identificar ciertos “faltantes” –como lo acontecido en 1968, por ejemplo–, los cuales se traducen en omisiones de hechos históricos que, finalmente, también forman parte de eso que se identifica como el devenir de la historia. 
Este tipo de exposiciones que presentan un continuum en la historia a través del arte –muy en el estilo museográfico que ensayó Fernando Gamboa–, han hecho aún más evidentes las fracturas, las discontinuidades y la falta de relación entre una serie de objetos, hechos, personas y lugares del pasado y del presente, las cuales pocas veces el ojo del espectador llega a percibir y a cuestionar. En esas grietas generadas in situ por la exposición México a través de la fotografía, Félix Luna ha decido insertarse para crear una especie de no lugar de la memoria oficial, el cual surge a partir de un acto de apropiación y subversión como ha señalado ya el historiador Víctor Osorio, uno de los colaboradores en el proyecto de Luna. Sin embargo, algo que no han advertido tanto el artista como los participantes de Efemérides Habitables es que, al mismo tiempo que enuncian y anuncian la exposición como un acto en contra del “orden dominante”, anti-oficial y anti-institucional, inevitablemente están fungiendo como agentes de la memoria de la llamada historia oficial, que se ha venido criticando a nivel historiográfico desde los años 60, lo cual ha derivado no sólo en una nueva forma de contar y narrar, sino en el empleo de nuevas metodologías para historiar. De esta manera, desde la trinchera de las artes visuales,  Luna ha desarrollado un método para contar una historia propia que califica de autobiográfica –aclara– no porque sea un relato de su historia personal, sino por lo significativo del proyecto en su trayectoria artística. 
Con meticulosidad, rigor histórico y cierto grado de obsesión, Félix ha reproducido en la Galería Luis Adelantado parte de la exposición fotográfica llevada a cabo en el MUNAL, pero alterándola, descomponiéndola, generando nuevos núcleos temáticos y nuevos vínculos entre las fotografías. La estrategia artística en esta ocasión no consistió en añadir esos “faltantes”, sino en reproducir y alterar, borrar, mutilar, rayar, desenfocar, pintar, todo envuelto en una acto “amoroso” que consistió en recubrir las piezas con cal, para de forma simbólica, conservarlas. 
La memoria selecciona y si bien no borra encripta, como lo hacen los buscadores de Internet, y hunde las imágenes, los recuerdos y las sensaciones en lo más profundo de nuestro inconsciente. La memoria es reacia, volátil, poco fiel y voluntariosa. Por más que se intente no puede domarse, es un libro cerrado que tiene que desplegarse para activarse, el cual precisa de una mirada externa. En este sentido, el proyecto Efemérides Habitables, vendría a ser esa mirada externa que permite se active el recuerdo –un fenómeno sináptico borroso que siempre tiende a fallar–; y, si bien no es un acto conmemorativo sino subersivo, si es un ejemplo de cómo funciona el acto de recordar, así como la memoria, y cómo ésta construye y de construye, cómo crea y recrea, cómo entierra o hace florecer. La propuesta de Félix Luna es, desde mi punto de vista, un  dejá vu (lo ya visto), pero no como una simple repetición de un mismo acontecimiento, sino como un síntoma de un fallo en la Matrix, que puede hacerse cada vez más grande. Un síntoma de un fallo en la Matrix, que puede hacerse cada vez más grande.



Galería Luis Adelantado, está abierta al público de lunes a viernes de 9:00 a 14:00 y de 15:00 a 18:00 hrs.  Sábado previa cita. 
Laguna de Términos 260
Col. Anahúac
11320 México D.F.
Para más información del proyecto consultar: 
https://sites.google.com/site/efemerideshabitables/ 











viernes, 31 de enero de 2014

Producción literaria: "La cena".


Colaboración en el núm. 17 de la revista literaria FATUM. El andar de las letras. 

La Cena


Gregoria no tenía más que su joven corazón lleno de vida y ganas de amar, así que decidió ofrecerlo para La Cena. Lo puso a descongelar, le quitó todos los miedos, lo limpió de viejas heridas, rencores, pellejos, celos, grasa y malos sentimientos. Le deshuesó el dolor, lo puso a hervir dos veces en agua de mar como se hace con el pulpo o con el bacalao, para que no supiera a "amores pasados". Lo marinó, lo aderezó, lo metió al horno para que emanara calor y fuera un lugar acogedor. Lo sirvió con una guarnición y una ensalada: un coño bien húmedo, unos senos pequeños, dos nalgas grandes como papas y dos piernas delgadas como espárragos, bien torneadas. Puso la mesa, las velas y los manteles largos. Llegó el invitado. Se sentó. Destapó una botella de vino cosecha 2008, una rara mezcla de dos uvas de la alta y la baja California: seducción femenina y feromonas. Bebió la botella entera. Le trajo el platillo; sin preámbulo fue directo a la guarnición y a la ensalada, se la comió toda y repitió 1, 2, 3, 4 veces. El corazón que se le ofrecía ni lo tocó, tal vez el invitado era vegetariano. Terminó la velada. Los amantes se despidieron sin la promesa de volverse a ver. Con un profundo hoyo en el pecho y un hueco en el estómago, Gregoria guardó nuevamente la cena en la nevera, no fuera siendo que la indiferencia echare a perder su corazón. Mientras tarareaba amores incompletos de Los Tres, dos lágrimas rodaron por sus mejillas, las tomó suavemente con las yemas de sus dedos y las guardó en un salero, una era para cocinar la próxima cena, la otra era para la sal de sus historias.