Crítica de Arte

miércoles, 17 de febrero de 2016

No Insista




Georgina Sánchez Celaya
Historiadora del arte / curadora
Agradezco a Sara García (posgrado FFyL / UNAM) por la revisión del texto y sus comentarios así como el apoyo que nos brindó la Universidad Autónoma del Estado de Morelos para el montaje de la exposición.

Para Rubén Deneb colega y amigo entrañable

No Insista. Arte en la resistencia, un frente contra la violencia.

¿Es posible hablar de la violencia a través del arte sin aludir directamente a hechos crueles y atroces? Esta es la pregunta que ha detonado la propuesta expositiva No Insista. Reproducir y circular imágenes con contenidos de brutalidad explícita, puede conllevar a la apología de la violencia, por lo que el tema exige ser abordado desde otras perspectivas más allá del morbo, el sensacionalismo y la cultura el shock.
Desde luego, no se trata de ponerse una mordaza y una venda en los ojos ante una situación crítica que implica una fuerte crisis social y política que agravó en 2006 con una supuesta guerra contra el narcotráfico, la cual, en palabras del académico y activista por la paz -Pietro Ameglio- es en realidad una lucha por el monopolio de un gran negocio de mercancías ilegales, cuya condición sine qua non de subsistencia es el dominio del “territorio del delito”; es decir, ese espacio marcado por la impunidad y la corrupción donde se encuentran las principales rutas de tráfico y comercio de drogas.
De esta manera, la propuesta del proyecto No Insista es no “estetizar” la violencia, sino empezar a hacerle frente a partir de cuestionamientos básicos que nos permitan comprender en dónde radica el origen de la misma, así como asimilar sus consecuencias y el daño al tejido social para empezar a recomponerlo. La pieza “México Aquí”, por ejemplo, construida a partir de la recopilación de diferentes cifras tanto de muertos como de desaparecidos en México desde 2006 mismas que circulan en medios de comunicación, da pie a diferentes preguntas: ¿cuál ha sido el método empleado para obtenerlas? ¿por qué no tenemos una cifra exacta de muertos y desaparecidos? ¿por qué varían tanto de una fuente a otra? Y sobre todo ¿por qué no hay un desglose dentro de las mismas y una análisis más allá de lo cuantitativo? ¿quiénes son esos “muertos” y esos “desaparecidos”? Estas y otras preguntas surgieron al trabajar con dichas cifras para la re-contextualización y la reactualización de la pieza –propuesta original de 2011–, lo cual, sin duda, generó más incertidumbre que certezas, más preguntas que respuestas.
Las obras aquí reunidas y de esta manera presentadas constituyen una instalación-exposición, el ensamblaje de grabados sugiere un cerco simbólico en el espacio, el cual habla del cerco en el que nos encontramos al no poder entender el porqué de los hechos de violencia en México. En este contexto particular, las fotografías que se presentan como parte de la instalación, aluden tanto al exterminio masivo que ha dejado la “guerra” como a los casos de desapariciones y a la desaparición forzada como táctica propia de las dictaduras, una estrategia cuya finalidad principal es infundir miedo y desconcierto en la sociedad para así lograr paralizarla. La intención del artista al integrar esta serie de fotografías en una propuesta instalativa, mismas que representan un cuerpo que se difumina en el espacio y que no muestra el rostro, es proporcionar materialidad a muchas de esas ausencias producto de la desaparición forzada y la guerra, es además un acto simbólico que busca dotar de presencia a la evanescencia que deja la desaparición forzada. Al mismo tiempo, esos cuerpos nebulosos como el recuerdo, permanecen bordeados no solo por el cerco simbólico de la violencia, sino también por la barrera que significa la impunidad y la falta de aplicación de justicia expedita en México, pues ciertamente estamos muy lejos de algo parecido a la “verdad histórica” que nos haga comprender el quién y por qué de las oleadas de criminalidad y los hechos de violencia, los cuales se suceden uno a uno, al parecer, sin conexión alguna aparente entre ellos.
Empezar a reconstruir la historia más allá de las cifras, así como compartir experiencias y poner sobre la mesa las consecuencias que ha traído a nivel individual y social tanto la constante exposición a la violencia como su visibilización masiva, podría ser un buen inicio para romper el cerco de la ignorancia así como el pasmo involuntario en el que muchos de nosotros nos encontramos. Desde su trinchera, el arte también puede contribuir al panorama de discusión sobre los hechos de violencia en México. Al ser un termómetro de lo social y un escaparate, el arte puede generar espacios de discusión que nos permitan resignificar los hechos que suponen un trauma. Finalmente, reflexionar y discutir sobre estos temas, es nuestra mejor arma para hacer frente a la violencia, pues como apunta Pietro Ameglio, en la medida en que conceptualizemos mejor, lucharemos mejor. 






ACTIVIDADES PARALELAS

Conversatorio: "La violencia en la era de la imagen"