“Oro no vale más que agua”
Idea obvia e infalible que, sin embargo, debe ser demostrada
El error consistió
en creer que la tierra era nuestra
cuando la verdad de las cosas
es que nosotros somos de la tierra
en creer que la tierra era nuestra
cuando la verdad de las cosas
es que nosotros somos de la tierra
NICANOR PARRA
Para Diana
Cuevas y Frank Aguirre
Buenas noches tengan todos ustedes
lectoras y lectores, bienvenidos al primer Congreso Ficticio de Estudio y
Defensa del Medio Ambiente. Antes que nada, público interesado, quiero
agradecerles por sumergirse en este texto, ya sea por casualidad o accidente, y
compartir con ustedes algunas ideas sobre las problemáticas que enfrentamos en
la conservación y la defensa del medio ambiente.
En su discurso de
agradecimiento, tras haber obtenido el Premio Nobel en 1990, Octavio Paz, que
no es santo de mi devoción, -y lo digo sin temor al linchamiento-, esbozó una
idea que quisiera ampliar y retomar. En aquella ocasión dijo: “cualesquiera
que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones,
la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural.”
Hoy 2014, la cuestión más apremiante que reclama medidas inmediatas, sigue
siendo, sin duda, la supervivencia del medio natural, amenazada por la codicia,
la ambición y la estupidez de unos cuantos hombres, que además, dicen ser
Verdes.
Si
adoptara una postura ingenua, público querido, podría decirles que la defensa
del medio ambiente es una tarea sencilla, puesto que, la supervivencia de la naturaleza,
de los ecosistemas, de su flora y su fauna, es la supervivencia del género
humano, y toda la humanidad tiene interés en que perdure nuestra especie,
simplemente por un sentido de conservación nato que nos caracteriza; el cual
bien podría resumirse en el temor a la muerte y en los numerosos esfuerzos
encaminados a prolongar y conservar nuestra propia vida. No obstante, debo
decirles que, esta idea, no es en absoluto obvia.
Si
adoptara una postura cínica (como la que normalmente adopta la SEMARNAT),
aminoraría o negaría las consecuencias que trae la depredación de recursos
naturales, les diría que aprobar una minería a cielo abierto, o bien, la
extracción de gas y petróleo por el método de fractura hidráulica, conocido como
fracking, no trae consecuencias
graves para la salud y el medio ambiente, como por ejemplo, la contaminación y
desabasto de los pozos de agua que nutren las ciudades aledañas a las minas y
las plantas de extracción de gas y petróleo.
Sin
embargo, no voy a ser ni optimista ni cínica, sino clara y pragmática. Voy a
tomar como ejemplo el proyecto de minería a cielo abierto de Los Cardones en
Baja California Sur, y les voy hablar con datos duros, esos datos que no nos
gustan pero demuestran y ponen en evidencia la estupidez y ambición de quienes
fomentan iniciativas de este tipo.
Queridos
lectores sepan ustedes que, en un día de explotación minera, se usa la misma
cantidad de agua que consume una ciudad de 600 000 habitantes, ¿cómo sería
posible que una minería a cielo abierto no genere desabasto de recursos
hídricos?, más aun si se trata de una mina establecida en una zona desértica
como lo es Baja California Sur. Además, en los procesos de extracción de metales
como el oro, se utilizan químicos mortíferos como el mercurio, el arsénico y el
cianuro, los cuales quedan libres en la atmósfera, mares y ríos, ¿cómo será
posible que el aire y el agua no queden envenenados al ser vertidos este tipo
de químicos de forma periódica e indiscriminada?
La
minería Los Cardones, proyecto que quiere implementarse en Las Playitas de
Todos Santos, B.C.S., dejará 56 mil millones de toneladas de desechos con
residuos de estos químicos, mejor conocidos como tepetateras, las cuales llegarán
al Océano Pacífico, como las 600 000 toneladas que dejó la minera de San
Antonio y que ahora yacen en el mar. La planta desaladora de este mismo
proyecto, el de Los Cardones, se piensa construir en una zona de anidación de
la tortuga golfina y laúd, ambas especies en peligro de extinción, entonces,
¿cómo será posible no aniquilar a miles de organismos invadiendo su hábitat
natural y contaminando su espacio vital?
Señores
seamos serios, esto no sólo huele a muerte, ¡es peor que la muerte! se trata de
la aniquilación del medio ambiente y los recursos que nos otorga, lo que nos
confina no a una muerte inmediata, sino al deterioro de la calidad de vida de
nuestras generaciones y generaciones futuras, lo que significa una muerte en
vida, lenta y progresiva: niños con malformaciones genéticas, escasez de agua, desabasto
de alimentos y aumento en su precio por la falta de agua para la producción
agrícola. Los pobladores de Baja California Sur, aun sufre los estragos de una
minería que se estableció hace 200 años, muchos pozos y extensiones de tierra
siguen contaminados a causa de esa minería, y esto no es suficiente para frenar
nuevos proyectos mineros y hacer conciencia de las terribles consecuencias que
generan.
Quiero
decirles que, sin importar los argumentos que contravengan la idea que expresó
Octavio Paz en 1990, “la cuestión más inmediata y apremiante es la
supervivencia del medio natural”, (pues hay quienes fomentan los ecocidios
enarbolando el estandarte del empleo con sueldos de hambre y riesgos para la
salud de los trabajadores), se trata de un fundamento y un principio en si
mismo: la conservación íntegra y la supervivencia de nuestro planeta Tierra en
toda su extensión natural, es la supervivencia del género humano. Ya lo dijo
Nicanor Parra en uno de sus ecopoemas, y lo cito nuevamente dejando que él diga
por mi lo que ya no puedo expresar de manera más elocuente: “Buenas Noticias:
la tierra se recupera en un millón de años. Somos nosotros los que
desaparecemos.” Lo que Parra predice con cierto tono sarcástico y burlón, en
unas cuantas décadas se dirá en tono de lamento.
Lectores,
escuchas, dependemos del frágil equilibrio que aun reina en EL inMUNDO ACTUAL,
los desastres ambientales, que deberían llamarse desastre humanos, -pues muchas veces no son
sino resultado de la acción irresponsable del hombre sobre la Tierra-, son una advertencia,
una señal de alarma y un ejemplo de lo que se avecina. Sin afán de ser
fatalista, teleológica, exagerada o catastrofista (CATASTROFISTA? claro que sí
pero MODERADA!)[1] O más bien,
sin importar que me adhieran con cola loca cualquiera de estos motes, estoy
convencida de que el desastre es inminente, quizá sólo aplazable.
Por
eso, en lo que debemos pensar de hoy en adelante es en la calidad de vida que
queremos para nuestras generaciones y para generaciones futuras, aquellas que
aun no ponen un pie en esta tierra y aun no ven la luz del sol. Y a ustedes,
estudiantes y profesores que están en la academia tratando de demostrar las
consecuencias de la depredación y el consumo irracional por parte del género
humano, a ustedes que día a día con su trabajo y dedicación brindan
herramientas para frenar la destrucción y encontrar una alternativa para
prolongar la vida en este planeta, a ustedes activistas que luchan por hacer consciencia
de los problemas ambientales, que no los minimizan ni los ocultan, a ustedes
que gritan justicia para la Tierra, quien no puede gritar con esas mismas
palabras, a ustedes, colegas, hermanos y amigos, sólo me queda repetirles las
palabras de Leonard Cohen, “Si
alguien va a expresar la gran e inevitable caída que nos espera a todos, debe
hacerlo dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza”, y agrego,
dentro de los limites de la rigurosidad que toda ciencia demanda. Pero sobre
todo, pensando que: toda intervención que hagan en pro de la naturaleza será
una acto de amor y defensa al género humano.
Por
su atención muchas gracias.
[1] Ecopoema de Nicanor Parra, Tomado de http://www.nicanorparra.uchile.cl/antologia/indexpoemas.html, el día 22 de enero de 2014.
Versión que fue publicada en Sphinx, suplemento de Bioetica, una publicación del Capítulo de Baja California Sur de la Academia Nacional Mexicana de Bioética, época 2 no. 25, enero de 2014.
Versión del texto publicada en Sphinx, suplemento de bioetica |
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