"Me dicen porno y ruedo"
La
neta la neta, al chile, nosotros los ciclistas urbanos somos unos
rifados. No sólo somos temerarios y valientes, estamos algo zafados,
idiotas si me lo permiten, pero rodamos por una causa.
El viernes de
la semana pasada me preguntaba: ¿qué sentido tiene exponerse al
peligro día a día viajando en bici por esta caótica ciudad? Porque
no falta el o la tarada que por escapar del tráfico da el volantazo,
cambia intempestivamente de carril, no pone su direccional e
invade el carril del trolebús cuyo nombre es "cero emisiones",
para, porque no, arrollar a Gina la ciclista y sacarle un susto
además de despertar su más profunda ira...
Ey amigo conductor pst pst, si usted. Usted ha decidido viajar en coche, ha optado por tráfico y
embotellamientos, así que jódase y aténgase a las consecuencias.
¡Porque no falta el listo que por librarse del tráfico quiere
invadir la ciclopista! Queridos conductores, su vida son las hemorroides, es lo
que han elegido, asúmanlas y disfrútenlas.
Definitivamente,
una respuesta idealista de por qué andar en bici no sería
convincente, la vida es un nonsense
constante, el siglo XIX, el proyecto de modernidad, y la idea
de evolución y progreso resultan, hoy más que nunca, absurdas y obsoletas.
Perdón por mi pesimismo pero no hay redención posible para la
humanidad, y gracias a Dios estamos condenados a desaparecer y
comernos entre nosotros mismos estilo Soilent
Green.
Nosotros los ciclistas ni
vamos a salvar al mundo ni vamos a mejorar la calidad del aire (sí,
esa que deja a niños con asma y enfermedades respiratorias a muy
temprana edad, algo inusual y dramático, pues la emisiones de los
autos constituyen el 50% de la contaminación del aire), eso sí, al
menos no la vamos a empeorar. Y bueno, si tuviera que contestar a mis
propias dudas existenciales, me iría al día día, a lo cotidiano,
porque insertarme nuevamente en razonamientos de corte teleológico
sería perder el tiempo y la energía que produce la sinapsis de mis
neuronas.
Si voy en bici, es simplemente porque no quiero viajar como
marrano en el metro, o confiarle mi vida al
microbucerdo drogadicto, pues a diferencia de esos pobres y santos animales (lo
cerditos, no los microbuseros, que se sacrifican por los humanos,
nosotros sí tenemos la opción de elegir. Y yo elegí la bici, tal
vez, también elegí estar al borde de la muerte (por que muchas veces, por un
pelito de rana calva o por usar casco, no he quedado embarrada o con
parálisis cerebral). Elegí transportarme y llevar a la muerte de
copiloto a cambio de una vida de mayor calidad. Mis viajes son sin
duda mucho más placenteros y productivos que los viajes en metro, y
ayer, haciendo la cuenta de todas las horas que me he ahorrado por no
viajar en transporte público, se sorprenderían si les digo que
junto varios días, ya no digamos horas, y tan sólo por usar al pequeño Torito
tres veces a la semana durante un periodo de 3 meses.
La huesuda
viaja conmigo para que esta flaca loka
pueda vivir un poco más y aprovechar sus días bailando.
¿Y
qué por qué soy una facilota? Bueno, ayer que regresaba de un largo
y agotador viaje a Polanco, me encontré con los divinos
divisionarios Pathbird Rohir y Antonio Morales quienes me sonsacaron
para que fuera a rodar a Casa Biciteka: sí, proponían que fuéramos otra vez al centro (¡qué
hueva!). Mi primera respuesta fue "no gracias, el deber me
llama" pero cuando me dijeron: vamos a ver unos shorcuts de soft
porn y bicis dije: "Arre".
Definitivamente el sexo es el
motor del mundo y el de mi bici también. No lo pensé dos veces y no
me arrepiento, además de unos simpáticos cortos sexualizados, vimos
"Urbanized", un documental del que pueden sacarse
reflexiones interesantes sobre las ciudades, el transporte y cómo
habitamos el espacio urbano. Mi mente nuevamente se vuelca del lado
pesimista. Ciudades como el D.F., Tokio, o Beijing, que exceden los
20 millones de habitantes no tienen posibilidad alguna, lo que va a
pasar en un futuro es que la situación va a empeorar y lo único que
podremos hacer es aplicar paliativos para sostener lo insostenible.
Mientras que pequeñas ciudades como Copenhague, Santiago de Chile,
San Francisco, o La Paz Baja California Sur, aún tienen la
posibilidad de no colapsar e implementar un modo de vida que sí sea
eso: VIDA y no estrés y pérdida de tiempo.
Finalmente,
pobres de aquellos que definitivamente no tienen otra opción de
transporte más que metro y mil camiones, porque su trabajo está en
otro estado de la República o en el Distrito Federal y la distancia
en kilómetros no es de 20 ni 30 sino 60 u 80 o más, o bien es
imposible llegar en bici porque les da miedo, porque no tienen la
condición física o simplemente porque es imposible cruzar 6
mega-vías rápidas.
Pobres de aquellos que son presas del miedo, yo
por eso me despido con la frase de mi buen amigo Ken Merino, "Sin
miedo a la muerte", porque de todos modos como dice el dicho
"cuando no te toca aunque te pongas y cuándo te toca, aunque te
quites", entonces no hay más que vivir "sin miedo a la
muerte".
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